Hoy mismo nos ha llegado al correo la nota de los compañeros de la diócesis de Madrid al respecto de una preocupación de todos nosotros, los refugiados y nuestra respuesta como cristianos. Queremos compartir con todos vosotros este documento tan importante. Esperamos que sea de vuestro interés:
En
el presente documento, los miembros de la Mesa
por la Hospitalidad queremos informar a las comunidades cristianas sobre los
pasos dados hasta el momento, a la vez que subrayar la necesidad de redirigir
nuestra mirada hacia las diversas situaciones de vulnerabilidad social y
orientar hacia una solidaridad duradera y no emotivista que vaya a la raíz de
los conflictos. Por ello, deseamos expresar nuestra preocupación por la dramática
situación que padecen millones de personas desplazadas forzosamente, así como
formular varias propuestas que contribuyan a minimizar el dolor de quienes hoy
nos interpelan -“Estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20)- y
de quienes están sufriendo a nuestro lado.
I.- LAS RESPUESTAS
Ante
la crisis humanitaria en la frontera este de Europa, el arzobispo de Madrid,
acogiendo el llamamiento del Papa, adoptó con rapidez tres iniciativas:
-Instauró una Mesa por la hospitalidad de la Iglesia en Madrid, formada por distintas
entidades.
-Publicó la Carta pastoral, “Fui forastero y me acogisteis (Mt 25,35): compartir
para multiplicar”
-Presidió
una vigilia de oración en favor de
los refugiados.
La
Mesa acordó que los ofrecimientos de ayuda se canalizaran a través de Caritas
de cada Vicaría y de Confer Madrid, tal y como se está haciendo. También un
representante de la Mesa asiste a las reuniones con las autoridades
responsables de la acogida de los refugiados.
Por
otra parte, deseamos recordar la presencia significativa de entidades de la
Iglesia en los países de origen y en los campos de refugiados desde el comienzo
del conflicto.
II.- ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
Aunque
son millones los refugiados, el impacto numérico de las cuotas aprobadas para
España es mínimo. La recepción se hará de manera secuencial, a lo largo de dos
años, y estará repartida por todo el territorio nacional. Se ha anunciado que próximamente
llegarán 50 personas y que, en principio, no habrá acogidas por particulares. Las
administraciones y las tres ONG concertadas (ACCEM, CEAR y Cruz Roja Española)
se harán cargo durante los primeros meses de todo lo relativo al alojamiento,
manutención, asistencia psicológica, jurídica y social, escolarización de
menores, sanidad, etc. Se han librado fondos públicos para asegurar estas
prestaciones. Esta circunstancia probablemente será diferente en un segundo estadio
de la acogida, una vez pasado el periodo de especial protección a los
refugiados.
Como
Iglesia en Madrid nos situamos desde el valor de la justicia y en los principios
de la Doctrina social de la Iglesia de solidaridad y subsidiariedad:
corresponde a los poderes públicos la responsabilidad de garantizar todas las
prestaciones, aunque, lógicamente, cuando se trata del sufrimiento del prójimo,
no podemos mirar hacia otro lado y habremos de aportar nuestro grano de arena.
Nos parece adecuado que sean la administración y las entidades con experiencia
quienes se ocupen de atender a estas personas y deseamos que sea una asistencia
continuada e integral hasta su normalización de vida.
III.- ALGUNAS PREOCUPACIONES
A
la vista de esta situación, es preciso reorientar nuestra mirada y la acogida a
la apremiante petición del Papa hacia situaciones que no cuentan con la
cobertura institucional descrita anteriormente.
1.
Como cristianos, nos preocupan todos los conflictos bélicos, los consiguientes
éxodos forzosos y, en particular, cómo se encuentran quienes sufren las
consecuencias de la guerra y de la persecución religiosa. Por este motivo, nos
parece importante incidir en las causas y, sobre todo, prevenirlas para el
futuro. En todo caso, es prioritaria la colaboración con las Iglesias locales y
las entidades que trabajan cerca de las víctimas. Ello es válido para los
países que sufren la violencia y para los que mantienen campos de refugiados en
situación de emergencia humanitaria en los que también están presentes
entidades de Iglesia.
2.
La condición de refugiado apela al deber de justicia y es una exigencia de
respeto estricto al ordenamiento jurídico internacional. Tenemos el apremiante
deber de responder ante esta impresionante crisis humanitaria de la que no
podemos exculparnos. Europa y, en particular, nosotros debiéramos ser más
generosos y solidarios, sobre todo cuando vemos que países más pobres como el
Líbano, llegan a tener uno de cada cuatro habitantes como refugiado
3.
Atinadamente, nuestro arzobispo titulaba el primer epígrafe de su Carta
Pastoral: “Una tragedia llama a nuestras puertas… y se suma a otras”. En ese
sentido, vemos con preocupación que, si no se elevan los listones de atención y
el respeto de los derechos económicos y sociales de la población española y de la
inmigrante que convive con nosotros en situaciones de vulnerabilidad, podrían surgir
agravios comparativos e incrementarse una peligrosa fractura social, caldo de
cultivo de actitudes xenófobas. Seguía nuestro Pastor señalando que “vivir la
verdadera solidaridad conlleva en sus entrañas la cualidad de la universalidad”.
Y nos invitaba a “no caer en la tentación de las disputas entre nuestros pobres
y los que llegan”. En efecto, no podemos desconocer algunas de las situaciones
incompatibles con la dignidad de ser hijos e hijas de Dios:
- La situación de pobreza extrema que
existe en nuestra diócesis y que reclama la atención de los poderes públicos y redoblar
nuestra acción diligente (parados de larga duración, enclaves de miseria,
mujeres con hijos a cargo, ancianos con recursos escasos…).
- La situación de la personas en situación
de precariedad que esperan durante meses unos trámites desesperadamente
prolongados por falta de funcionarios suficientes dedicados a estas tareas, o
la situación de abandono en que quedan aquellos a los que se les han agotado las
prestaciones a las que tenían derecho.
- La crisis ha afectado de manera grave a los
inmigrantes plenamente integrados en nuestro país. Algunas personas, a pesar de
tener arraigo y familia en nuestra tierra, corren el riesgo de, por haber
perdido el empleo, no poder renovar su autorización de trabajo y,
consiguientemente, poner en peligro su residencia legal en España.
- El centro de las políticas migratorias
parece estar siendo el control de fronteras con más énfasis que en la atención
humanitaria y la garantía de los derechos fundamentales de las personas desplazadas.
Con ello, estamos haciendo caso omiso a situaciones dramáticas que tendrían
plena cobertura en el derecho internacional y nacional (trata de personas,
acogida por motivos humanitarios, etc.).
4.
Todas estas emergencias deben recordarnos el trabajo ordinario de las distintas
entidades de la Iglesia en favor de la dignidad y los derechos personales y
sociales y, particularmente, en pro de la integración social de los migrantes
en la vida diaria de nuestra diócesis. En este último sentido, hay que llamar
intensamente la atención a las comunidades cristianas y a sus responsables para
que aquellos con los que compartimos credo religioso sean efectiva y
afectivamente integrados en las comunidades cristianas participando como
miembros de pleno derecho. Los inmigrantes, con la riqueza de su diversidad, no
sólo no son un problema sino que constituyen una fuerte esperanza para nuestro
credo religioso y para el bienestar de nuestro país.
IV.- PROPUESTAS
No
podemos actuar guiados exclusivamente por el foco de los medios de comunicación
o las prioridades cortoplacistas de la política. Nuestra principal preocupación
es el dolor humano y tratar de aliviarlo en el nombre misericordioso de nuestro
Dios, “La caridad de Cristo nos urge” (2 Cor 5,14). Los católicos somos
convocados a ello no sólo por los principios teológicos y morales que
proporcionan los textos bíblicos, sino también, y de forma explícita y extensa,
por el magisterio y la enseñanza social de la Iglesia. Por
esta razón, además de articular respuestas a los pobres (a los que están y a
los que hayan de venir) queremos sensibilizar a la opinión pública y a las
comunidades cristianas en particular;
1.-
Las causas de los problemas deben ser
afrontadas en origen. Tenemos que pedir a los gobiernos e instituciones
internacionales una acción más coordinada y anticipatoria que trate de solucionar
los problemas en sus causas desde criterios éticos y no estratégicos. Es
preciso incrementar cuantitativa y cualitativamente la cooperación internacional española. Igualmente, hemos de apoyar
generosamente a las comunidades cristianas que permanecen en origen con los que
no pueden huir (que suelen ser los más pobres) y a las entidades de Iglesia que
colaboran con ellos. Igualmente hemos de apoyar a las entidades que acogen a los
perseguidos y hacinados en campos de refugiados.
2.-
Es necesaria una mayor generosidad en la
acogida de refugiados y es fundamental hacer operativo el visado humanitario que posibilitaría el
establecimiento de rutas seguras e
impediría a las mafias abusar de la vulnerabilidad de los refugiados. Es
preciso activar la Directiva europea de
protección temporal nunca puesta en vigor. Es imprescindible reforzar con
urgencia el personal y agilizar la
tramitación de los expedientes en materia tan sensible.
3.-
El actual marco jurídico contempla la posibilidad de regularizar situaciones mediante el otorgamiento de autorizaciones
individuales de residencia y/o trabajo, cuando concurran circunstancias
distintas a las que ya contempla el reglamento (D.A.1ª.4. Rgto. Extranjería).
Una aplicación amplia y generosa de este precepto por parte de la
Administración Española podría amparar la documentación de inmigrantes con
arraigo en España, o en los que concurran circunstancias humanitarias, en las
cuales podrían incorporarse en plenitud de derechos y deberes, aumentando la
cohesión del entramado social. No es
aceptable la irregularidad sobrevenida por razones económicas en aquellas
personas ya plenamente incorporadas a nuestro país, que verían truncado su
proyecto familiar enraizado entre nosotros.
V.- LOS REFUGIADOS SACAN LO MEJOR DE
NOSOTROS MISMOS
Con
estas palabras se felicitaba nuestro arzobispo por la oleada de solidaridad
espontanea que ha surgido ante la situación de los refugiados. En ese sentido,
tenemos que agradecer enormemente todos los recursos puestos a disposición y
los ofrecimientos personales de tanta y tan buena gente. La Mesa por la Hospitalidad ha encargado especialmente a Caritas
Madrid su presencia en los órganos de la Comunidad que se ocupan de la
asistencia a los refugiados y la articulación de respuestas organizadas de
itinerarios de inclusión social que tiene acreditados desde hace muchos años;
en coordinación con otras entidades y según los principios ya reseñados de
solidaridad y subsidiariedad.
Trataremos
de reorientar nuestros recursos y los
ofrecimientos solidarios hacia las situaciones de hecho que ya se producen
entre nosotros y hacia las que eventualmente puedan darse en el futuro
cuando la atención política y mediática se haya reducido. Además de recursos
materiales es preciso esforzarnos en preparar itinerarios completos de integración social que empiezan por el
aprendizaje del idioma español, continúan por la convivencia y comunicación en
el propio contexto y culminan en la plena normalización social y laboral.
Urge,
como dice nuestro arzobispo, “no pasar de largo, no mirar hacia otro lado y
detenernos frente a los que están en las cunetas Lc 10, 25-37”. Ante la
impotencia que nos consume cuando vemos las terribles imágenes en la
televisión, tampoco podemos olvidarnos de aquello que nos hace fuertes. La
oración constante por los refugiados y por la conversión del corazón de los
violentos debe ser una tarea continua. Solo si nos mantenemos firmes en la fe y
en la caridad, podremos alumbrar la esperanza.
Terminamos
esta nota con unas palabras proféticas del papa para que siempre tengamos
presente el dolor ajeno y sepamos responder a todos los que por una u otras circunstancias
experimentan un enorme dolor injusto: “La indiferencia y el silencio abren el
camino a la complicidad cuanto vemos como espectadores a los muertos por
sofocamiento, penurias, violencias y naufragios. Sea de grandes o pequeñas dimensiones,
siempre son tragedias aun cuando se pierda solo una vida” (Mensaje del Papa
Francisco para la Jornada del emigrante y del refugiado, 2016).
Madrid, 1 de noviembre de 2015.
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