Algo tan sencillo como explicar
lo que somos o lo que hacemos, algo tan sencillo como compartir una comida o
hacer una visita a la catedral; cosas que para nosotros no suponen mucho, hay
personas que las aprecian de verdad, desde el corazón. Creo que la palabra que
mejor define lo vivido estos días es la de agradecimiento.
Tengo que agradecer a personas como Silvia y Álvaro el que nos hayan permitido
colaborar con ellos en su gran labor de acompañamiento pastoral a las internas
de Brieva. Pero, sobre todo, tengo que
agradecerles a ellas todo lo que me han aportado.
Han sido dos ocasiones en las que
hemos podido compartir conversaciones, experiencias, risas… Sin embargo, dos
ocasiones en las que he aprendido mucho. Me llevo el valor de una sonrisa, el
valor de un abrazo y el valor de la confianza que desde un principio nos han
brindado.
Es muy gratificante el ver cómo,
al compartir una tarde con ellas, te llevas en tu interior mucho más de lo que
las has podido dar. Son personas que viven tiempos difíciles, pero son personas
cargadas de una gran ilusión y una gran esperanza y confianza en el futuro. Y
son capaces de transmitir esos sentimientos a quienes están a su alrededor. A
nosotros, que quizás en muchas ocasiones no sabemos apreciar el valor de las
emociones humanas porque preferimos abstraernos y centrarnos en otras cosas que,
aparentemente, valen o nos importan más en nuestro día a día. Por ello, una vez
más, gracias.
Otra cosa que me llevo de esta
experiencia es la necesidad de reflexionar acerca del papel que estas personas
juegan en la sociedad. Pronto comenzarán a formar parte de nuevo de ella y eso
no es fácil. Supone comenzar una vida nueva, y para ello, somos los demás lo
que tenemos que estar ahí, ayudándolas y animándolas en su nueva etapa. No se
merecen verse solas, necesitan alguien en quien confiar y alguien que confíe en
ellas.
Quizás sea poco lo que ellas nos
puedan dar a cambio, o quizás mucho. Solamente con una palabra de
agradecimiento como las muchas que he podido recibir en los dos días que hemos
compartido con ellas, es suficiente e incluso sobra. Solamente el signo
inequívoco de la ilusión que se desprende del brillo de sus ojos me basta.
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