Siguiendo con las actividades de
verano organizadas por la Pastoral Penitenciaria de la diócesis de Ávila en Brieva, el jueves 18 de agosto Daniel Gago, antiguo alumno de los
Colegios Diocesanos de Ávila y Scout, se acercó hasta el Centro Penitenciario
para hablar de su experiencia al realizar el Camino de Santiago durante este
verano.
En concreto, "Dani"
recorrió junto a una amiga los últimos 100 kilómetros del Camino Portugués. Nos
contó que todo había surgido de forma inesperada y que, sin embargo, la
experiencia había sido fabulosa. A través de una presentación fue mostrándonos
fotos de los lugares por los que había pasado y las anécdotas más
significativas de esa semana intensa de peregrinación.
Animó a las internas a ponerse en
"camino" a través de una dinámica muy especial, que recibieron de un
sacerdote polaco con el que se encontraron caminando. Desde la propia cárcel, y
desde los lugares en que nos leáis, se puede hacer Camino si hay intención.
A continuación compartimos los
textos que presentó a las internas del C. P. de Brieva:
“El Camino de Santiago es como la vida. Hay momentos duros que te piden
parar, dejarlo todo, abandonar la marcha. Hay subidas en las que la mochila se
hace cada vez más pesada y en las que, lo único que quieres, es descansar. Sin
embargo debes seguir. Llegará el momento en el que alcances el punto más alto.
La satisfacción será enorme y después todo será bajada. Caminarás varias etapas
acompañado, alguna quizás solo. Sentirás que eres el único que camina y lucha
por alcanzar la meta. Sin embargo, otros te harán ver que nunca estás solo.
Siguiendo tus pasos podrás ver a muchos otros peregrinos que comparten tus
deseos. No olvides que todas las subidas y bajadas, todos los momentos duros y
también los más sencillos, todo el peso que cargas, la compañía y la soledad;
no son más que piezas que conforman el puzzle del Camino de tu vida”.
La mochila es uno de los elementos básicos para hacer el Camino de Santiago.
Durante los días que transitamos por la ruta de las estrellas, la mochila es
nuestra más fiel compañera de viaje porque en ella llevamos todo lo que
necesitamos para la peregrinación. Lo que sucede con la mochila es algo muy
curioso, que debería hacernos reflexionar. Hay días que se adaptan a nuestra
espalda, como si formase parte de ella, y ni siquiera nos damos cuenta de que
la llevamos a cuestas. Otros días, la misma mochila, con el mismo peso, se nos clava
en las costillas y nos hunde como si fuera una losa.
La primera vez que hice el Camino de Santiago, mi mochila estaba llena
de cosas inútiles. Alguien me aconsejó que debía llevarme medicinas para todo,
como si a lo largo de la ruta no hubiera cientos de farmacias donde poder
adquirir el medicamento apropiado, en caso de necesitarlo. Pocos días después
de iniciar el Camino, lo que más me dolía, a causa del peso de la mochila, era
la espalda. Al llegar a un punto de la ruta, me encontré con un paisano al que
todo llamaban "Pablito". Este hombre, nada más echarme la vista encima,
me dijo: "Con todo ese peso en la mochila, no vas a llegar a
Santiago".
Lo primero que hizo fue ajustármela, pues mi inexperiencia me hacía
llevarla colgando, con lo que la mochila tiraba de mí hacia atrás con todo su
peso. Después, "Pablito" me aconsejó que me deshiciera de todo lo
innecesario y además me regaló una vara de avellano, que todavía conservo, para
que pudiera servirme de apoyo.
No me hice de rogar, y en el primer albergue en el que pernocté dejé
todos los medicamentos y toda la ropa y los utensilios que llevaba "por si
acaso". Me quedé sólo con lo imprescindible y, gracias a que vacié mi
mochila, no tengo ninguna duda, pude llegar a Santiago. Regalándome sus
consejos y su vara de avellano, me hizo un regalo aún mayor al mostrarme que el
Camino, el de Santiago y el de la vida, hay que hacerlo, como decía Antonio
Machado, "ligero de equipaje".
La mochila actuó como un símbolo de todo lo que yo debía abandonar para
siempre en el Camino. Y no sólo tuve que vaciarla que llevaba en la espalada,
sino que, mientras continuaba andando, también tuve que descargar esa otra
mochila que no se ve. La que está repleta de sentimientos, pensamientos,
emociones y malas experiencias del pasado que, si no nos deshacemos de ellas,
impedirás que lleguemos a nuestro objetivo en la vida: SER FELIZ."
La última diapositiva permitió a
las internas sincerarse sobre sus inquietudes y emociones. El diálogo que
surgió fue muy rico por lo que compartieron las internas sobre sus experiencias
vitales y sobre cómo se sentían en ese determinado momento y los miedos que
tenían ante su futura libertad.
Desde aquí nuestro agradecimiento
a Dani por regalarnos su tiempo esa tarde, por enseñarnos esta dinámica tan
interesante y por seguir concienciando a la sociedad sobre la situación de las
personas encarceladas. ¡Hasta pronto, Dani!
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